Serie: Gran Formato

Técnica: Látex sobre tela

Medidas: 190 x 130 cm

Año: 2007

Es una versión pictórica de una obra musical de mi autoría, escrita para violín.

Ambas obras recrean las vivencias y estados de ánimo por los que atravesé estando dentro de las murallas de la ciudad medieval de Carcassonne, Francia, en julio de 1997.

En aquella oportunidad escribí las sensaciones que sentía, y estas palabras dan una idea del mundo subjetivo que intento plasmar tanto la obra musical como su equivalente en pintura.

“…La atmósfera me envuelve, me transporta más allá del latigazo del presente. Los muros cuentan la historia de sus vidas… y sus muertes.

Lejanos, los espíritus que alguna vez habitaran este solar, cantan una suave melodía que se instala en mi memoria, y anida en mi interior la imagen clara, etérea, ingrávida y sutil de una mujer, grabando su tenue voz en los muros del templo de mi alma.

Hongos amarillo-ocre y blancos se hunden en los infinitos huecos de la roca.

Un perro ladra. Oigo pasos. Y mi cielo se va, quizás a ninguna parte, tal vez se esconda, ya dormido, en mi retina, como aquella paloma que se acurruca en una de las columnas de la iglesia cercana.

El cielo se ha enrojecido, y un postigo se cierra bruscamente en una de las torres. Se anuncia la noche, entre un pasado macabro y un futuro, ciertamente, incierto.

Grillos y pájaros. Luces de neón iluminando los techos medievales. Ruidos de autos y motos mezclándose con cascos de caballos. Chiquillos que corren y ríen entre los muros que protegen el pasado. Puertas que cerraron historias tejen los hilos de una época inacabada.

Ya de noche, murciélagos veloces, alardeando su presteza, hacen piruetas a mi lado.

Los colores de los tiempos se funden, como los colores de un cielo en el atardecer, un cielo que se esfuma en mi recuerdo, me entibia las ausencias, me refresca los suspiros.

 …Y allí sigue Dios, como un testigo eterno, que atesora todo lo que se ha llevado el tiempo.»  

Serie: Gran Formato

Técnica: Látex sobre tela

Medidas: 100 x 150 cm

Año: 2007

La belleza es un concepto o cualidad abstracta y subjetiva (lo que para unos es bello para otros puede no serlo) presente en la mente de los seres humanos que produce un placer intenso a la misma, y proviene de manifestaciones sensoriales o idealistas.

En su sentido más profundo, belleza puede engendrar una experiencia saliente de reflexión positiva sobre el significado de la propia existencia de alguien.

 «Un objeto de belleza» es algo que revela el significado personal. Así, la observación de esta cualidad genera en el espectador una sensación placentera inconsciente, que prescinde de la voluntad.

Belleza, seducción, gracia, intimidad… Esta pintura es el simple reflejo de un instante, una mirada que se asoma a la natural desnudez, sin prejuicios ni preconceptos, sino plácidamente, jugando con las luces y las sombras en cada curva y cada volumen del cuerpo femenino.

Serie: Gran Formato

Técnica: Látex sobre tela

Medidas: 100 x 150 cm

Año: 2007

“El hombre más poderoso es aquel que es totalmente dueño de sí mismo” (Aristóteles)

Esta pintura muestra la imagen de un hombre de espaldas, con un fondo cargado de fuerza en la distribución del color.

Su cuerpo se intuye cansado pero no abatido, fatigado pero no resignado ya que su postura corporal da una idea de pesar, de incertidumbre, de lucha interior.

Aún sin mostrar su rostro, se puede suponer que posee una mirada triste mas no vencida, pero sin llegar a dilucidar el motivo de su aflicción.

Como dijera el escritor Hugo Wast: «Mucho más hondo y misterioso que el cielo es el corazón del hombre. Los ojos que ven millones de estrellas no logran descubrir un pensamiento que se oculta.»

Queda en la voluntad y la subjetividad de quien lo observe apropiarse de la idea de esta pintura, sintiendo en ella la fuerza interior que hace al hombre seguir adelante.

«Por eso no desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día.»  Segunda Carta a los Corintios 4,16

Serie: Gran Formato

Técnica: Látex sobre tela

Medidas: 100 x 100 cm

Año: 2007

Surgida de la idea de un “reflejo variado”, esta pintura plantea la contradicción de una “simetría asimétrica”, de la variación en la repetición, donde las luces y sombras definen contornos diferentes de una mujer vista de espaldas.

Ella, anónima, se muestra de dos formas diferentes, que evocan distintos estados de ánimo, distintos modos de afrontar los acontecimientos de la vida, opuestos que compensan y enriquecen, aún en la contradicción.

Es, quizás, una representación intimista de los aspectos duales que habitan en la psicología femenina, de lo oscuro y lo luminoso dentro de cada una, de lo que se resguarda y aquello que se muestra. Queda en cada uno elegir cuál es cuál, qué mujer se  ve y qué mujer se oculta…

Serie: Gran Formato

Técnica: Látex sobre tela

Medidas: 190 x 290 cm

Año: 2007

Interior de la Catedral de Nüremberg y “Manos que oran” de Albrecht Durer

En siglo XV, en una pequeña aldea cercana a Nüremberg, vivía una familia con varios hijos. Para poder poner pan en la mesa para todos, el padre trabajaba casi 18 horas diarias en las minas de carbón, y en cualquier otra cosa que se presentara.

Dos de sus hijos tenían un sueño: querían dedicarse a la pintura.Pero sabían que su padre jamás podría enviar a ninguno de ellos a estudiar a la Academia.

Después de muchas noches de conversaciones, los dos hermanos llegaron a un acuerdo. Lanzarían al aire una moneda, y el perdedor trabajaría en las minas para pagar los estudios al que ganara.

Al terminar sus estudios, el ganador pagaría entonces los estudios al que quedara en casa con las ventas de sus obras. Así, los dos hermanos podrían ser artistas.

Lanzaron al aire la moneda un domingo al salir de la Iglesia. Uno de ellos, llamado Albrecht Durer, ganó y se fue a estudiar a Nüremberg.

Entonces el otro hermano, Albert, comenzó el peligroso trabajo en las minas, donde permaneció durante los siguientes cuatro años para sufragar los estudios de su hermano, que desde el primer momento fue toda una sensación en la Academia.

Los grabados de Albrecht, sus tallados y sus óleos llegaron a ser mucho mejores que los de muchos de sus profesores, y para el momento de su graduación, ya había comenzado a ganar considerables sumas con las ventas de su arte.

Cuando el joven artista regresó a su aldea, la familia Durer se reunió para una cena festiva en su honor.

Al finalizar la memorable velada, Albrecht se puso de pie en su lugar de honor en la mesa, y propuso un brindis por su hermano querido, que tanto se había sacrificado trabajando en las minas para hacer sus estudios una realidad. Y dijo:

«Ahora, Albert hermano mío, es tu turno. Ahora puedes ir tú a Nüremberg a perseguir tus sueños, que yo me haré cargo de todos tus gastos».

Todos los ojos se volvieron llenos de expectativa hacia el rincón de la mesa que ocupaba Albert. Pero éste, con el rostro empapado en lágrimas, se puso de pie y dijo suavemente:

«No, hermano, no puedo ir a Nuremberg. Es muy tarde para mí. Estos cuatro años de trabajo en las minas han destruido mis manos.
Cada hueso de mis dedos se ha roto al menos una vez, y la artritis en mi mano derecha ha avanzado tanto que hasta me costó trabajo levantar la copa durante tu brindis.
No podría trabajar con delicadas líneas el compás o el pergamino, y no podría manejar la pluma ni el pincel.
No, hermano, para mí ya es tarde. Pero soy feliz de que mis manos deformes hayan servido para que las tuyas ahora hayan cumplido su sueño».

Más de 450 años han pasado desde ese día. Para rendir homenaje al sacrificio de su hermano Albert, Albrecht Durer dibujó las manos maltratadas de su hermano, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo.

Llamó a esta poderosa obra simplemente «Manos», pero el mundo entero le cambió el nombre a la obra por el de «Manos que oran».